Mitos, magia y realidad: lo que esconde un viaje a la Amazonía colombiana
¿De verdad es tan salvaje como dicen?
Antes de pisar suelo amazónico, tenía una mezcla de miedo y emoción. Las historias que había escuchado hablaban de mosquitos gigantes, calor insoportable y peligros por todos lados. Lo cierto es que algunas cosas eran verdad... pero la mayoría no. Y eso fue lo más hermoso del viaje.
Te cuento lo que realmente me encontré en Inírida.
Primero: sí, hace calor, pero nada que un buen sombrero y mucha hidratación no puedan solucionar. Lo que nadie me contó es que el viento del río, al montar en lancha, refresca más que cualquier brisa citadina.
Segundo: los mitos. Me hablaron de delfines rosados, pero pensé que eran casi leyenda. Verlos fue una de las experiencias más mágicas de mi vida. También me dijeron que no habría señal, pero gracias al internet Starlink en algunas comunidades, estuve conectado cuando lo necesité, sin perderme la inmersión total en el entorno.
¿Y la gente?
El alma del viaje. Los guías locales no solo conocen cada rincón del río, también te enseñan a entenderlo. Ellos te llevan a los sitios secretos, te cuentan las leyendas del agua roja, y te hacen sentir como en casa. No era un turista, era un invitado.
Lo que cambió mi visión para siempre.
Pensé que venía a hacer check en un destino exótico, y terminé encontrando un ritmo distinto de vida, uno que conecta con la naturaleza, con la memoria ancestral y contigo mismo. La Amazonía no es peligrosa. Es profunda. Misteriosa. Viva.
Si alguna vez te lo estás preguntando: sí, vale cada segundo.